En una
reciente entrevista concedida a una publicación española especializada en temas
educativos, el pedagogo francés Philipe Meirieu afirma, a propósito de los
retos del sistema escolar del siglo XXI, que “no podemos contentarnos con dar
de beber a quien tiene sed, sino que hay que dar sed a quienes no quieren
beber”.
Se me
antoja una perfecta metáfora para entender la esencia del aprendizaje – divina
codicia de la especie humana por saber más y hacerlo mejor –, al tiempo que me
invita a plantear un par de incógnitas relacionadas con ella: primera, ¿la
enseñanza origina el aprendizaje? Segunda, ¿aprender es un deber o
primordialmente un derecho?
Una
respuesta afirmativa al primero de estos interrogantes contradiría el sentido
común: que la enseñanza no causa necesariamente el aprendizaje lo demuestra que
todos nosotros aprendimos a pesar de muchos (nefastos) maestros, que en más de
una ocasión no logramos aprender nada de los que eran los mejores y que, en
cambio, conservamos imborrables huellas de quienes en su día no fueron
nominados al Oscar a la excelencia profesional. El aprendizaje no tiene
progenitor conocido. En realidad, tiene mil padres: todos los que retan con
problemas al aprendiz en lugar de transmitirle sólo respuestas; todos los que
estimulan su curiosidad en vez de exigirle simples repeticiones; todos los que
se preocupan por su proceso de aprender renunciando a juzgar sumarísimamente
los resultados.
Sobre la
segunda de las incógnitas arriba planteadas pienso, como Meirieu, que una
sociedad moderna y avanzada necesita democratizar el éxito escolar, ocupándose
sin exclusiones tanto de los sedientos como de los que se creen saciados,
porque toda la ciudadanía tiene derecho a estar en condiciones de participar en
la vida de su comunidad impulsando la prosperidad de ésta y gozando
personalmente del reparto de sus beneficios.
Original publicado en 2006 en la revista Docudomia
OPINIÓN PERSONAL
Respecto a las dos incógnitas ofrecidas en este texto, pienso
que siempre que hay enseñanza no hay aprendizaje, porque muchos de los alumnos
que reciben la enseñanza no puede aprender por diversas causas, no todos los
alumnos aprenden de la misma manera y el objetivo del maestro es saber impartir
la enseñanza para todos los alumnos no para pocos, es decir crear metodologías
diferentes para los alumnos que sean diferentes.
La segunda incógnita sobre si la educación es un derecho o
deber, pienso que deber de ser un derecho porque en el momento que es un deber
se efectúa una desmotivación considerable en el ámbito educativo, es decir todo
buen funcionamiento en la educación debe de venir acompañado de la ilusión,
motivación e integración de todos los
que la componen.
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